lunes, 23 de septiembre de 2013

Después de una primera fase de adiestramiento, el perro se va acostumbrarse al ritmo de los aeropuertos, la animación de la autopista, y a entrar en contacto con otras drogas, esta vez las duras: heroína, cocaína, morfina... Sólo después será realmente operativa la pareja dueño-perro.
Por regla general, cada perro se especializa en una variedad de droga, lo que permite poder alcanzar una eficacia máxima.
Está claro que cuando los traficantes circulan, esconden los estupefacientes en diversos recipientes de vidrio, hierro, etc. Pero eso es actuar sin tener en cuenta las formidables facultades olfativas del perro rastreador.
En efecto, aun cuando la droga estuviera en una caja herméticamente cerrada, a través del material se desprenden moléculas de aire portadores de su olor, y ello tanto más si el paquete ha estado en una atmósfera con la temperatura muy alta. El perro experimentado puede incluso detectar la droga en un lugar tan insospechable como debajo de agua o un saco de especias.
En la aduana de los aeropuertos, pongamos por caso, el perro explora a una velocidad increíble cualquier equipaje, paquete o vehículo. Los que pasan los estupefacientes, una vez han constatado la eficacia de este nuevo método de búsqueda, han ideado enseguida diversos medios para despistar al perro. Y la búsqueda a perdido eficacia durante un tiempo debido a la pimienta, los ajos, la cebolla o las bombas fétidas... con que se impregnaban los objetos que llevan la droga. Pero los adiestradores han organizado cursos cada vez más completos para acostumbrar al perro a todos esos olores hasta hacerlo casi infalible.
En octubre de 1986, unos traficantes suizos transportaron gatos en el coche donde tenían escondidos los estupefacientes para engañar el olfato de los perros de la aduana. Los perros, seducidos ante el olor y la vista de los mininos, se olvidaron por completo de lo que habían aprendido. Pero se descubrió el subterfugio y se adiestró a los perros para que no hicieran caso de la presencia de los felinos.
Gracias a estos indispensables auxiliares, cada año se descubren kilos de droga. Y una cosa es cierta: para el perro, todo eso no es más que un juego.

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