viernes, 20 de septiembre de 2013

El esqueleto del aparato olfativo

El esqueleto del aparato olfativo está constituido por el hueso etmoides que en las fosas nasales se organiza en espirales a uno y otro lado del tabique nasal. Esas espirales están completamente tapizadas por la mucosa respiratoria y olfativa que se adapta a cada repliegue anatómico. La sensibilidad olfativa es proporcional a la superficie total de la mucosa, la cual se puede calcular, por ejemplo, en 85.3 cm cuadrados en las razas braquicéfalas (tipo boxer) y puede alcanzar 200 cm cuadrados en el pastor alemán que tiene la nariz más larga. La sensibilidad también depende de la densidad de las células olfativas.
A cada inspiración, la corriente de aire cargada de partículas odoríferas se calienta formando torbellinos en las espirales; a continuación es humedecido por último purificado; las partículas contenidas en el aire inhalado se aglutinan en las pestañas que bordean la mucosa.
Entonces, los relieves óseos dividen el aire inspirado. En el nivel inferior, el aire se dirige hacia la faringe para llegar a los pulmones a través de la tráquea y por la vías bronquiales. Este aire se destina a la respiración.

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