sábado, 21 de septiembre de 2013

El trabajo de un perro-guía

Es una de las labores más complicadas que se le puede pedir a un animal. Pensemos que, de manera natural, los perros tienen una serie de instintos como el de caza, guarda y protección. Un buen perro-guía tiene que tener estos instintos minimizados para realizar bien su labor y esto se consigue trabajando todas las etapas de su vida, incluso antes de su nacimiento, a través de la selección de sus progenitores.

La instrucción es el proceso que va desde que el perro entra en la escuela, de vuelta de su familia educadora hasta que, finalmente, es adjudicado a una persona con ceguera que lo haya solicitado previamente. Este periodo dura entre seis y diez meses. Se inicia reforzando la obediencia básica (sienta, échate…) que el perro ya ha aprendido durante su etapa de cachorro. A continuación se le “introduce al arnés” y, a partir de ese momento el animal tiene que asumir que, cuando esté con el arnés puesto, una persona irá a su lado y cuando pase por un lugar estrecho, una puerta o cerca de una farola, tendrá que dejar el espacio suficiente para ambos. Es un trabajo en el que no solo es necesaria paciencia y cariño, mucho más importantes son los conocimientos de técnicas de enseñanza y manejo. La formación de un instructor de movilidad con perro-guía es compleja, unos dos años de duración en los que tiene que aprender todo lo relacionado con el perro y con la ceguera, técnicas de guía, orientación y movilidad y muchas otras disciplinas que harán de él un magnífico profesional.

Una vez que el perro ha sido introducido al arnés y se encuentra totalmente adaptado a éste y a la persona responsable, se inicia todo el proceso. El perro tendrá que aprender a cruzar las calles en línea recta, evitar obstáculos, marcar puertas, escaleras o bordillos, añadiendo dificultad a su trabajo según progresa en los logros conseguidos. Siempre reforzando la labor bien hecha con premios que pueden consistir desde una caricia en el cuello, una palabra de halago e incluso una bolita de pienso. El castigo también se utiliza a veces pero no se usa la violencia física. Un simple tirón de correa acompañado de un enérgico ¡NO! es suficiente para que el perro sepa que hay alguna cosa que ha hecho mal. Luego se repite el ejercicio premiándole cuando el objetivo se haya conseguido.

Una vez completado el aprendizaje, cuando el instructor determina que su perro está listo y basándose en las características de éste, buscará al solicitante más adecuado. A partir de los criterios de prioridad entre los solicitantes establecidos en la normativa interna, se analizan y tienen en cuenta, factores como la velocidad de paso, el peso, la altura y la iniciativa, entre otros muchas otras características, tanto del perro como de la persona y su entorno, para lograr una compenetración perfecta en la unidad “perro-usuario”.

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