lunes, 23 de septiembre de 2013

Por su movilidad y olfato



Por su movilidad y olfato, el perro educado para este tipo de búsqueda complementa los aparatos de detección electrónicos, a los que supera muchas veces. Según un estudio realizado en Alemania hace algunos años, hacían falta 20 hombres trabajando una hora para localizar un sepultado a mucha profundidad. El empleo de los aparatos geófonos del tipo Capson redujo considerablemente ese tiempo, pero exigían condiciones especiales, en particular un silencio completo que es difícil conseguir en el escenario de un drama. Además, el geófono Capson, como su nombre indica, sólo capta, amplificándolos, llamadas, gemidos, latidos del corazón de las víctimas conscientes, mientras que el perro, gracias a su olfato, localiza personas muertas o vivas en medio del humo, el ruido y hasta la más completa oscuridad.
Las reacciones del perro también indican si hay que activar los socorros. En efecto, aquellas serán más vivas si el perro descubre un superviviente cuyos efluvios corporales ha captado: entonces se pone a ladrar de alegría. En principio, no debe escarbar (excepto en la tierra o en la nieve) para no herirse las patas entre los escombros. En cambio, las exhalaciones del cuerpo de una víctima fallecida espantan al perro: entonces éste se limita a marcar una muestra o se pone a aullar a la muerte con la cola entre las patas. Por eso es importante mostrarle al perro, si es posible, las personas que ha permitido salvar para que se dé cuenta del resultado de sus esfuerzos.
Para realizar su tarea, los perros de rescate tienen diez días, doce como máximo. Más allá de ese plazo se considera que ningún ser humano tienen posibilidades de sobrevivir. En México, para que los animales mantuvieran sus prestaciones se les hacía trabajar en lugares diferentes cuatro horas diarias en períodos de media hora.

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