viernes, 20 de septiembre de 2013

UNA SENCIBILIDAD MOLECULAR

Por consiguiente, la sencibilidad olfativa del perro es molecular, es decir, infinitamente más precisa que la nuestra. Pero, igual que los seres humanos, el perro tiene sus olores preferidos. Citemos en primero lugar el que desprenden los ácidos grasos volátiles que puede detectar en una concentración de 9.000 moléculas por centímetro cúbico, es decir, una concentración un millón de veces inferior a la que percibimos.
Esos ácidos grasos volátiles los desprenden las grasas animales (pollo), las vísceras de las presas y también el hombre a través de sus secreciones sudoríparas en las axilas, el cuello o las manos. Cuando se tienen las manos húmedas o sudor frío en la espalda, es imposible hacerle trampa al perro que tenemos delante. Lo huele. De ahí que se diga que la nariz de un perro nunca se equivoca o que "no lo puede oler".
Esta pista de ácidos grasos volátiles es lo que constituye el rastro olfativo que el sabueso seguirá para encontrar al herido sepultado bajo una avalancha o para localizar una presa.

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